Artículos archivados en 23 enero 2011

  • Discurso del Comandante Fidel Castro en la Plaza El Silencio en Caracas el 23 de Enero de 1959

    DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA PLAZA AEREA EL SILENCIO, EN CARACAS, VENEZUELA, EL 23 DE ENERO DE 1959.

    (VERSION TAQUIGRAFICA)

    Por: Fidel Ernesto Vásquez I.

    Hermanos de Venezuela:

    Si pudiera con alguna frase expresar la emoción que he experimentado en el día de hoy, lo diría todo afirmando que he sentido una emoción mayor al entrar en Caracas que la que experimenté al entrar en La Habana (APLAUSOS).

    De algún modo era, en cierto sentido, natural que el pueblo cubano quisiese dar al Ejército Rebelde las pruebas de cariño que nos dio. Por el pueblo de Cuba habíamos estado luchando durante siete años; de nosotros esperaba el pueblo de Cuba la liberación, de nosotros esperaba el pueblo de Cuba su libertad y, al fin, cuando tras largos años de sacrificio por parte del pueblo y por parte nuestra, que no fuimos más que sus conductores en esa lucha, cuando vimos coronada con la victoria aquella lucha, era lógico que los cubanos abriesen sus brazos para recibirnos. Sin embargo, de Venezuela solo hemos recibido favores (APLAUSOS). De nosotros nada han recibido los venezolanos y, en cambio, nos alentaron durante la lucha con su simpatía y con su cariño; hicieron llegar el bolívar hasta la Sierra Maestra (APLAUSOS), divulgaron por toda la América las trasmisiones de Radio Rebelde, nos abrieron las páginas de sus periódicos y algunas cosas más recibimos de Venezuela (APLAUSOS). Y después de haberlo recibido todo, después de haber estado recibiendo favores de este pueblo en nuestra lucha por la libertad, al llegar a Venezuela nos encontramos con que nos reciben con el mismo cariño con que nos recibieron los cubanos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).

    No podía haber sido más puro este homenaje, no podía haber sido más noble este gesto, ni podía tampoco, hermanos de Venezuela, haber recibido de este pueblo noble y heroico un favor más grande que el que ha recibido el pueblo de Cuba del pueblo de Venezuela esta noche (APLAUSOS).

    ¿Por qué vine a Venezuela? Vine a Venezuela, en primer lugar, por un sentimiento de gratitud; en segundo lugar, por un deber elemental de reciprocidad para todas las instituciones que tan generosamente me invitaron a participar de la alegría de Venezuela este día glorioso del 23 de enero (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES), pero también por otra razón: porque el pueblo de Cuba necesita la ayuda del pueblo de Venezuela, porque el pueblo de Cuba, en este minuto difícil, aunque glorioso de su historia, necesita el respaldo moral del pueblo de Venezuela (APLAUSOS). Porque nuestra patria está sufriendo hoy la campaña más criminal, canallesca y cobarde que se ha lanzado contra pueblo alguno, porque los eternos enemigos de los pueblos de América, los eternos enemigos de nuestras libertades, los eternos enemigos de nuestra independencia política y económica, los eternos aliados de las dictaduras, no se resignan tranquilamente a presenciar la formidable y extraordinaria victoria del pueblo de Cuba que, sin más ayuda que la simpatía y la solidaridad de los pueblos hermanos del continente, sin más armas que las que supo arrebatar al enemigo en cada combate, libró durante dos años una guerra cruenta contra un ejército numeroso, bien armado, que contaba con tanques, con cañones, con aviones y con armas de todo tipo, armas modernas, las que se decía que eran invencibles, y nuestro pueblo, que estaba desarmado, que no tenía tanques, ni cañones, ni bombas de 500 libras, ni aviones, que no tenía entrenamiento militar, un pueblo inerme, sin entrenamiento, sin prácticas de guerra, pudo derrocar, en dos años de lucha frontal, a las fuerzas armadas de una dictadura que contaba con 60 000 hombres sobre las armas (APLAUSOS).

    Se decía que era imposible una revolución contra el ejército, que las revoluciones podían hacerse con el ejército o sin el ejército, pero nunca contra el ejército, e hicimos una revolución contra el ejército (APLAUSOS).

    Se decía que si no había una crisis económica, si no había hambre, no era posible una revolución y, sin embargo, se hizo la Revolución (APLAUSOS).

    Todos los complejos rodaron por tierra, todas las mentiras que se habían ideado para mantener sometidos y desalentados a los pueblos rodaron por tierra, las fuerzas armadas de la tiranía fueron destrozadas y desarmadas, los tanques, los cañones y los aviones están hoy en manos de los rebeldes (APLAUSOS). Fue, lo que puede calificarse en toda la extensión de la palabra, una verdadera revolución, una revolución para empezar (APLAUSOS).

    ¿Y cómo se hizo esa revolución? ¿Cuál fue la conducta del Ejército Rebelde durante la guerra? Cientos de heridos fueron abandonados por el enemigo en el campo de batalla, nuestros médicos los recogieron, los curaron y los devolvieron. Miles de prisioneros fueron capturados en los campos de batalla, jamás se golpeó a un prisionero, jamás se asesinó a un prisionero. Nunca un ejército en el mundo, nunca una revolución en el mundo se llevó a cabo tan ejemplarmente, tan caballerosamente, como se llevó a cabo la Revolución Cubana (APLAUSOS).

    Enseñamos a nuestros hombres que torturar a un prisionero era una cobardía, que únicamente los esbirros torturaban. Enseñamos a nuestros compañeros que asesinar prisioneros, asesinar a un combatiente cuando se ha rendido y cuando se le ha ofrecido la vida si se rinde era una cobardía, y no fue asesinado jamás un prisionero (APLAUSOS).

    Pero hicimos algo más: le dijimos al pueblo que cuando la tiranía cayera no queríamos una sola casa saqueada, porque esas casas de los funcionarios malversadores y de los enemigos del pueblo, desde el mismo instante en que la Revolución triunfara, pertenecían al pueblo y había que cuidarlas (APLAUSOS).

    Le dijimos al pueblo que cuando la tiranía fuese derrocada nadie tomase venganza por sus propias manos, porque las revoluciones eran calumniadas cuando después de la victoria aparecían los cadáveres de los esbirros arrastrados por las calles. ¿Es que esté mal que se arrastre a un esbirro? (EXCLAMACIONES DE: “¡No!”) No, no está mal; pero nosotros le dijimos al pueblo: no arrastren a nadie para que los eternos detractores de las revoluciones no tengan pretexto para atacarla, porque ustedes saben que la reacción, la contrarrevolución comienza a desacreditar a la Revolución, basándose en los hechos que ocurren inmediatamente después del triunfo, y uno de los argumentos que usan son los saqueos y los hombres arrastrados por las calles (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).

    Nosotros le dijimos al pueblo cubano: no arrastren a nadie y no teman absolutamente nada, los crímenes no quedarán impunes; habrá justicia para que no haya venganza, y el pueblo confió en nosotros. Le dijimos que habría justicia y confió en nosotros: no arrastró a nadie, no golpeó siquiera a ninguno de los esbirros que cayeron en sus manos, los entregaron a las autoridades revolucionarias. Tenía fe en que íbamos a hacer justicia, y era indispensable que hubiera justicia, porque sin justicia no puede haber democracia, sin justicia no puede haber paz, sin justicia no puede haber libertad (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).

    El más terrible daño que se le ha hecho a nuestros pueblos es la impunidad del crimen, es la ausencia de justicia, porque en nuestros pueblos no ha habido justicia nunca (EXCLAMACIONES DE: “¡Arriba Fidel!”)

    No me corresponde a mí hacer análisis sobre el proceso y sobre la historia de Venezuela, no; pero basta con analizar las cosas de nuestra patria, porque a fin de cuentas lo que ocurre en Cuba es lo mismo que ocurre aquí y lo que ocurre en todos los pueblos de América. Por algo nos sentimos tan identificados, por algo nos duelen las mismas cosas, por algo sentimos las mismas ansias ustedes los venezolanos y nosotros los cubanos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).

    En nuestra patria nunca hubo justicia. La justicia era para el infeliz, la justicia era para el pobre, la justicia era para el que robaba poco. Jamás un millonario fue a la cárcel, esa es la verdad; jamás un malversador de los fondos públicos fue a la cárcel. Existían y existieron siempre una serie de privilegios onerosos.

    Se hablaba de igualdad ante la ley, y era un mito, la ley caía sobre aquel que no tenía padrino, sobre aquel que no tenía dinero, sobre aquel que no tenía privilegio (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES). Los malversadores se postulaban para senadores y representantes, contaban con dinero suficiente para sobornar conciencias, porque donde hay hambre, donde no hay trabajo, donde hay miseria, desgraciadamente pueden los politiqueros y los mercaderes de la política hacer buenos negocios, y siempre había algún necesitado de llevar a su hijo a un hospital, o algún necesitado de llevar a sus hijos a alguna escuela, o algún padre de familia con hambre a quien ir a sobornar en ese momento de la necesidad para comprarle el voto (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES). Así, el que robaba millones de pesos siempre encontraba postulación en algún partido y salía electo.

    Desde el momento en que era senador o representante, era impune, podía matar y no le pasaba nada. Los tribunales tenían que elevar un suplicatorio al Congreso, y jamás el Congreso accedía. No accedía a ningún suplicatorio para ningún miembro de la pandilla (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES); podían robar y no les pasaba nada. Cuando el juez elevaba el suplicatorio, el resultado era que lo negaban. Jamás el Congreso accedió a ningún suplicatorio judicial que fuese contra algún miembro de la pandilla. Si había robado antes de ser senador, pues tampoco lo alcanzaba la ley, porque tampoco accedían a la petición judicial. ¡Ah!, si en cambio la víctima era un miembro del Congreso, si un representante mataba a otro representante, ¡ah!, entonces sí accedían a los suplicatorios porque el interés lesionado, el derecho lesionado era el derecho de un miembro de la pandilla (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES).

    A la cárcel iba a parar el que se robaba una gallina, un caballo. ¡Ah!, el que se robaba millones de pesos pertenecía al mismo club aristocrático que pertenecía el magistrado y allí almorzaban juntos (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES). La fuerza pública vivía del saqueo. No había policía que fuera a comprar a un establecimiento y quisiera pagar; los oficiales y los sargentos del ejército destacados en las zonas rurales cobraban dos sueldos, un sueldo del Estado y un sueldo mayor de la compañía propietaria de aquellas tierras. En cada central azucarero, la administración del central le pagaba un sueldo aparte al jefe del destacamento militar, que estaba siempre, por tanto, incondicionalmente al servicio de los intereses de la compañía contra los campesinos y los trabajadores (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES). Pero, aparte de eso, el principal delincuente era el agente de autoridad. La ley prohibía el juego, y el que protegía el juego era el agente de autoridad; la ley prohibía el tráfico de drogas, o la venta de drogas y estupefacientes, y el agente de autoridad era el que facilitaba el negocio (EXCLAMACIONES).

    Les voy a exponer un dato: en el Buró de Investigaciones, el jefe del departamento contra el tráfico de drogas era el encargado de la distribución de la droga en La Habana (RISAS Y EXCLAMACIONES). No había jefe de policía, ni había coronel, ni había general que no se hiciera millonario a costa del juego, del contrabando, de la exigencia.

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