Fidel Ernesto Vásquez I.

16.Feb.2011 / 02:30 pm

Por William Fariñas

Los debates que se están realizando en la Asamblea Nacional de la Republica Bolivariana de Venezuela ilustran los niveles de profundidad que está logrando  el nuevo Estado Democrático  y Social. 

La  teoría del Derecho y la Justicia como sustento de la convivencia pública así lo demuestra. Allí en ese escenario del hemiciclo del Palacio Federal se captan muy bien los valores de un pueblo en su plena vida y actuación. Un principio fundamental de las sociedades del siglo XXI es el pluralismo político. La Asamblea Nacional se convierte en un centro de encuentros y desencuentros como ocurre en la mayoría de las sociedades democráticas del mundo. La presencia y exposición  mediática de distintos actores políticos tanto en lo personal como en lo institucional con sus diferencias de enfoques, conductas, intereses, ideologías, evidencian que en la Venezuela Bicentenaria el debate como esencia de la Política con “P” mayúscula es una realidad.

Uno de los atributos de “La Política” es la confrontación civilizada de las visiones que tenemos los seres humanos de cómo construir la convivencia y ordenamiento de la vida en sociedad; de la defensa de los colectivos  y las personas en particular, tanto en su desarrollo integral como el respeto a su dignidad; de la igualdad y la justicia sin distingos de ningún tipo; de la libertad y los derechos humanos, de la voluntad popular, de la búsqueda de una humanidad justa y amante de la paz, de la promoción  de la prosperidad y bienestar del pueblo venezolano  y nuestra relación humana y civilizada con otras naciones del mundo, de la solidaridad, cooperación y corresponsabilidad social e individual en el marco de nuestra actuación personal y colectiva, de la “Soberanía” como principio irrenunciable del “Poder de Pueblo” que tienen los venezolanos en la patria bolivariana, de la intransferibilidad  de ese  “Poder” para desplegar el dominio sobre los asuntos públicos: para elegir, controlar, ejecutar, legislar y su potestad para ejercerlo directamente o indirectamente  de acuerdo a lo más sagrado  de nuestro contrato social: La Constitución Bolivariana.

Hoy hasta los más acérrimos detractores del oposicionismo venezolano convergen en respetar La Constitución Bolivariana; inclusive aquellos diputados que hasta firmaron su desconocimiento en el 2002 durante el breve Golpe de Estado de Carmona. No obstante como todo aprendizaje humano, la irrupción de los diputados del oposicionismo a la convivencia parlamentaria  les ha costado un poco adaptarse a las reglas inherentes del debate en el recinto de la Asamblea Nacional.

Podemos observar continuamente: intentan reiteradamente tratar asuntos distintos a la materia en discusión con el ánimo de distraer la atención y perturbar  el desarrollo y orden del debate. Se dirigen hasta el estrado directivo y ministro instados  en actitud desafiante. No olvidemos los diputados patriotas que la intemperancia y abuso  contra la paz social se anida en quienes perdieron la direccionalidad del gobierno en Venezuela en 1998. Nos ha constado mucho sacrificio construir junto a nuestro compatriotas los nuevos postulados democráticos del país. Tenemos un deber sagrado en este difícil camino por lograr una sociedad igualitaria y de mayor suma de felicidad posible para cada venezolano.

Lo Cortez no quita lo valiente, ni la mansedumbre es sinonimia de cobardes. No caigamos en provocaciones. Recordemos al Capitán de la historia de nuestro pueblo venezolano: “Paciencia y más paciencia, constancia y mas  constancia, trabajo y más trabajo para tener patria”.  Ha llegado la hora de mostrar el verdadero debate de la mentira contra la verdad, de la violencia contra la razón. La revolución bolivariana y socialista es una revolución de amor y ello esta su fortaleza.

Venceremos