Artículos archivados en 4 octubre 2010

  • LA MASACRE DE CANTAURA

     

    El 4 de octubre de 1982 a las 5.30 am, aviones Canberra y Bronco de la Fuerza Aérea Venezolana, cuatrocientos hombres de la Fuerza Armada Nacional y decenas de efectivos de la Disip procedieron a atacar un campamento donde 40 ciudadanos efectuaban una reunión del Frente Américo Silva del partido Bandera Roja, para ese entonces revolucionario. La reunión se efectuaba cerca de Cantaura, en el estado Anzoátegui, oriente de Venezuela. ¡Fue una emboscada que acabó con la vida de hombres y mujeres de entre 16 a 30 años!
    Investigaciones posteriores revelaron que este hecho fue una operación de exterminio, a pesar de que el movimiento guerrillero armado venezolano ya estaba prácticamente extinguido. La mejor prueba de esto es que, de los 23 cadáveres, 14 presentaban tiros en la nuca: habían sido rematados estando heridos. Un modus operandi que también se repitió en las masacres de Yumare, Caño Las Coloradas y el Caracazo.

    Aquel horrendo genocidio fue llevado a cabo durante el gobierno del socialcristiano Luis Herrera Campins, quien avaló la masacre llevada a cabo por la Disip, capitaneada por Henry López Sisco, quien se ufana de tener más de 200 muertos en su haber. Contó con el vistobueno del ministro de Relaciones Interiores de entonces, Luciano Valero, del gobierno estadounidense de ese momento -presidido por Ronald Reagan- y de los organismos internacionales, incluyendo a la Iglesia Católica. López Sisco hoy está imputado por la justicia venezolana pero huyó de ésta.

    El 4 de octubre de 1982 la capital del municipio Pedro María Freites, Cantaura, estado Anzoátegui, amaneció bañada con la sangre de un grupo de 23 hombres y mujeres cuyo único pecado fue soñar con un esquema social diferente al establecido en aquella Venezuela injusta y clasista.

    El entonces presidente, Luis Herrera Campins, había ordenado que aviones de la Fuerza Armada bombardearan el lugar conocido como los Changurriales del morocho Evans, donde un grupo de jóvenes revolucionarios se encontraba celebrando un congreso ideológico.

    Casi todos eran estudiantes que conformaban el Frente Américo Silva (FAS), brazo armado del partido Bandera Roja, y que en ese episodio fueron víctimas de los desmanes de la cuarta República y de lo que ellos llamaban el sistema «ejemplo» de la democracia en América Latina: «Muertes crueles, cabezas destrozadas, manos amputadas, senos mutilados y disparos a quemarropa».

     

    La mano del Imperio

    La actuación militar en Cantaura no surgió de forma espontánea, tal como lo refleja un trabajo de investigación presentado por Radio Nacional en su página digital, obedecía a un esquema represivo que los Estados Unidos distribuyó en todo el continente, como parte de su política exterior destinada a defender lo que consideran sus «intereses». Este tipo de operaciones, en especial, data desde principios de la década de los 60.

    Mientras John Fitzgerald Kennedy estuvo el frente del Gobierno estadounidense (1960-1963), las operaciones de contrainsurgencia dirigieron sus estrategias a minimizar los apoyos sociales que los guerrilleros despertaban en sus zonas de acción.

    Los ejércitos y las policías de América Latina trabajaron, por indicaciones del Departamento de Estado y la CIA, en los asentamientos campesinos generando matrices de opinión negativas que persiguieron fomentar un rechazo hacia los grupos guerrilleros. «Sólo después de aislarlos, los guerrilleros debían sufrir el acoso militar de la contrainsurgencia», escribió Domingo Alberto Rangel en un artículo titulado «Cuando la democracia también mata».

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