Artículos archivados en 25 octubre 2010

  • Venezuela: Del patio trasero al mundo pluripolar

    Por Eva Golinger

    Una exitosa gira del Presidente Hugo Chávez por 7 países en 3 continentes ha producido 69 nuevos acuerdos que fortalecerán al desarrollo nacional y consolidarán la mejor defensa frente la permanente agresión imperial: la unión de los pueblos

    El ideólogo imperialista más influyente del siglo XX, Henry Kissinger, decía en los años setenta, frente la expansión socialista en el hemisferio occidental, “Si Estados Unidos no podía controlar a América Latina, ¿cómo iba a dominar al mundo?” Hoy, esa preocupación de Kissinger ha vuelto a tormentar las fuerzas imperiales, pero ésta vez, sus garras conspirativas no logran silenciar al despertar de los pueblos en revolución.

    El desespero imperial en aquel momento para subordinar a los países de su “patio trasero” impulsó una seria de golpes de estado, sabotajes, dictaduras brutales, asesinatos políticos, desaparecidos, torturados y la implementación de modelos neoliberales capitalistas que causaron la mayor pobreza, exclusión, alienación y miseria conocida en la región en toda su historia.

    Dentro de la visión limitada de las fuerzas imperiales, sus tácticas y estrategias de agresión lograron su objetivo a finales del siglo, y en todos los países latinoamericanos, con la excepción de la Cuba revolucionaria, fueron implementados gobiernos subservientes a los intereses de Washington, junto al modelo económico-político de la democracia representativa neoliberal.

    Cuando un revolucionario soldado venezolano, Hugo Chávez, lideró una rebelión contra el gobierno corrupto, asesino y criminal de Carlos Andrés Pérez – ejemplar lacayo imperial – el 4 de febrero de 1992, Washington lo subestimó. Un informe secreto, ahora desclasificado, del Departamento de Estado de la noche del 4 de febrero de 1992, decía que “el intento de golpe parece haber sido el trabajo de un grupo de oficiales del ejército de mediano nivel…No hay ningún indicio de apoyo popular a los conspiradores del golpe…”

    Al mismo tiempo, el gobierno estadounidense reconocía que sus propias encuestas realizadas en secreto en Venezuela revelaban que “El incentivo para seguir apoyando a Carlos Andrés Pérez es mínimo, una encuesta reciente mostró que goza de menos de 20% del apoyo del electorado…” En otras palabras, el pueblo no apoyaba al modelo neoliberal que estaba siendo impuesto en su país por intereses ajenos.

    Luego, otro informe secreto del 10 de marzo de 1992 reveló la verdadera preocupación imperial frente a las movilizaciones populares en Venezuela, “Un golpe de estado* exitoso en Venezuela impactaría de manera muy grave a los intereses estadounidenses en el hemisferio. A pesar del impacto negativo de corto plazo sobre la clase pobre y la clase media, nosotros creemos que las políticas económicas de Carlos Andrés Pérez son exactamente lo que se necesita para reformar la economía venezolana…El derrocamiento de Carlos Andrés Pérez mandaría un mensaje frío a la región sobre la viabilidad de implementar la reforma económica. Un golpe en Venezuela también sería un precedente perturbante…[para otros países en la región]”. [*Aunque Washington clasificó la acción como un “golpe de estado”, Hugo Chávez decía que era una “rebelión popular contra una dictadura disfrazada de democracia”].

    Parafraseando a Kissinger, si Estados Unidos no podría controlar a Venezuela, ¿cómo podría dominar la región? La preocupación principal de los intereses imperiales no era si la clase pobre crecía y la clase media desaparecía, sino si su modelo neoliberal se implementara, a cualquier precio, porque solo así se garantizaba su dominación permanente.

    Cuando Hugo Chávez ganó la presidencia de Venezuela en 1998, Washington no sabía que hacer. Su política oficial era “esperar y ver que sucede” antes de actuar. Intentaron “comprar” al recién electo presidente venezolano varias veces, pero sus tentaciones no dieron frutos: Venezuela había escogido un camino irreversible hacia la independencia, la soberanía y la dignidad revolucionaria.

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