Fidel Ernesto Vásquez I

11.Abr.2012 / 01:48 pm

por Ingrid Calzadilla

Un pelotón de la compañía Lanceros de la Guardia de Honor detectó la presencia de un francotirador cerca del mediodía del 11 de abril de 2002 en la azotea de un edificio ubicado al norte del Palacio de Miraflores, en Caracas.

Edward Centeno Mass, teniente de navío para esa época y comandante de la mencionada compañía, tenía a su cargo un grupo de contra francotiradores que estaba apostado en el techo del Palacio de Miraflores, vigilando los edificios cercanos, como medida de seguridad de la Casa Militar.

“El teniente Rosales de la Guardia Nacional, integrante del pelotón de contra francotiradores, se consiguió mira con mira con el francotirador que estaba sobre uno de los edificios ubicados al norte del Palacio de Miraflores”, confiesa Centeno.

Cuenta que eran dos francotiradores viéndose uno al otro, como en una película. “Al conseguirse mira con mira, el francotirador enemigo huyó por la azotea del edificio y se perdió de vista”.

Centeno Mass señala que esta situación corrobora la presencia de francotiradores que dispararon contra las personas apostadas en Puente Llaguno y contra quienes venían en la marcha. Además,  ratifica la tesis de que estos dos grupos nunca se encontraron.

Dijo que la mañana del 11 de abril se sentía mucha incertidumbre y se mantuvo dentro del regimiento en situación de alerta.

Confiesa que el dispositivo de seguridad que abarca la toma de edificios adyacentes al Palacio de Miraflores no se activó por diversas razones. Refiere, por ejemplo, que no estaba previsto que el presidente Hugo Chávez saliera y la concentración de personas frente al palacio no representaba una amenaza.

“Además se suponía que la Disip (Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención) tenía el control y mantenía un helicóptero en el aire cuidando las alturas, situación que no era así, porque hubo gente de ese organismo de inteligencia que estaba comprometida con el golpe de Estado”, refiere.

Incertidumbre

Al transcurrir las horas del 11 de abril crecía la incertidumbre. El teniente de navío se encontraba en una de las alcabalas del Palacio de Miraflores la noche de ese aciago día y vio cuando el general Manuel Antonio Rosendo, en ese entonces jefe del Comando Unificado de la Fuerza Armada y uno de los comprometidos con el golpe de Estado, llegó al despacho presidencial y se llevó al presidente Chávez.

“Allí quedamos con la incertidumbre de saber qué estaba pasando. Sin embargo, el Presidente al salir dijo: ‘No nos hemos ido’ y ese fue el ‘Por Ahora’ del 11 de abril”, comenta Centeno Mass, en alusión a la frase que expresó el hoy jefe de Estado en la rebelión cívico-militar del 4 de febrero de 1992.

A pesar de la entrada de los golpistas al Palacio de Miraflores, las tropas conservaron el control del Regimiento de la Guardia de Honor, donde se encontraban los oficiales y soldados leales, quienes se preguntaban por el paradero del comandante Chávez.

“Ya en horas de la tarde del 12 de abril los soldados que estaban de guardia se bajaron de las garitas y decidieron no cumplir con su rol ante los reclamos del pueblo, que bajaba de La Pastora y del 23 de Enero, preguntando por el destino del Presidente”, apuntó.

Convicción

Centeno Mass logró comunicarse con su familia y le manifestó su convicción de defender al Presidente. Su postura fue respaldada por su esposa, quien se encontraba que en una vivienda de guarnición en Fuerte Tiuna, junto a sus dos hijos, un niño de tres y una niña de cinco años.

“Luego de ese contacto telefónico, todos los oficiales del regimiento quedamos sin señal en los celulares. Nos bajaron el breker y quedamos incomunicados”.

En horas de la tarde del 12 de abril el almirante Carlos Molina Tamayo, quien sería el jefe de la Casa Militar del gobierno de Pedro Carmona Estanga, líder del golpe de Estado y quien luego asumió el gobierno, llamó a los oficiales a una reunión, en la que no pudo hablar más de 20 minutos por lo desubicado de sus palabras y las caras rígidas de los profesionales militares.

“El único planteamiento que hizo Molina Tamayo, detrás de la mesa del Salón Ayacucho, fue ofrecer vacaciones al personal. La propuesta no tuvo aceptación en los compañeros que tenían 24 horas sin dormir, luego de un golpe de Estado”, recordó.

Diez años después de aquella reunión, el capitán de fragada Centeno Mass se pregunta si su lealtad al presidente Chávez valía quince días de vacaciones para el almirante Molina Tamayo.

Esta interrogante se la hace aún desde el Apostadero Naval de Turiamo, en el estado Aragua, donde se desempeña como comandante de esa unidad militar, donde los golpistas llevaron al Jefe de Estado hace 10 años.