Fidel Ernesto Vásquez I.

15.Ene.2011 / 12:02 am

Desde Pativilca, el 19 de enero de 1824, Bolívar escribe a su antiguo maestro don Simón Rodríguez una de las cartas más hermosas no sólo por los sentimientos que se removieron en su conciencia al saber que su antiguo maestro estaba en Colombia, sino por los conceptos que le merecieron a Simón Bolívar la profesión de maestro. Este es un fragmento de esa carta:

«¡Oh, mi maestro! ¡Oh, mi amigo! ¡Oh, mi Robinson, Ud. en Colombia! ¡Usted en Bogotá y nada me ha dicho, nada me ha escrito, sin duda Ud. es el hombre más extraordinario del mundo… Ud., maestro mío, cuánto debe haberme contemplado de cerca aunque colocado a tan remota distancia. Con que avidez habrá seguido Ud. mis pasos; estos pasos dirigidos muy anticipadamente por Ud. mismo. Ud. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Ud. me señaló. Ud. fue mi piloto aunque sentado sobre una de las playas de Europa. No puede usted figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que usted me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que usted me ha regalado … Amigo, si tan irresistibles atractivos no impulsan a usted aun vuelo rápido hacia mí, ocurriré a un apetito más fuerte: la amistad invoco… ».