Fidel Ernesto Vásquez I.

8.Ene.2011 / 04:48 pm

El 9 de enero de 1889 nació en la hacienda El Molino, cerca de El Tocuyo en el estado Lara, el escritor Julio Garmendia, considerado el creador del género fantástico en la literatura venezolana.

Hijo del doctor Rafael Garmendia y de doña Celsa Murrieta, luego de la muerte de su madre, fue trasladado hasta la casa de su abuela materna, Celsa de Murrieta, en Barquisimeto.

El contacto con la naturaleza contribuyó a forjar en el escritor una aguda capacidad de observación y amor por los árboles y los animales.

A la edad escolar fue inscrito en la escuela, dirigida por el maestro Ramón Wohnsiedler, hermano del compositor del Himno a la Divina Pastora. A su lado fue despertando su inclinación por la belleza, la cultura y la poesía, como cuenta la biografía de Garmendia que aparece en el libro La tienda de muñecos, de la editorial Monte Ávila.

A los diez años Garmendia había escrito algunos textos poéticos, que fueron publicados en el diario vespertino El eco industrial, dirigido por Lorenzo Álvarez.

El 24 de diciembre de 1914 murió su abuela. Tres meses después, Garmendia y su padre se trasladaron a Caracas, en donde escribió el homenaje poético El jazminero de la abuela.

Estando en Caracas estudió durante algunos meses en el Instituto de Comercio, dirigido por el señor Dellay, un suizo que había venido a Venezuela, contratado por el Gobierno Nacional para aquel fin. Poco tiempo después, el adolescente abandona los estudios e ingresa a trabajar como redactor en el diario El Universal, dirigido por Luis Correa.

Correa conoció algunos textos poéticos del escritor larense y lo presentó a escritores consagrados que hacían tertulia en las mesas de La India, un lugar de moda de la Caracas de entonces. Sin embargo, Garmendia prefería marcharse por el bulevar de Gradillas a San Jacinto. En la segunda esquina, una cervecería popular congregaba a jóvenes que discutían o escuchaban atentos y críticos algún poema leído por un compañero.

Allí, de tarde en tarde, llegaba un caricaturista y periodista. Era Leoncio Martínez “Leo”, quién se emocionó con un poema de Garmendia y lo publicó en su semanario Fantoches. El poema se titulaba A la ceiba de San Francisco.

Mientras trabajaba en El Universal, creció su relación amistosa con el crítico y escritor venezolano Jesús Semprum. El crítico zuliano le prestó innumerables libros y lo animó a seguir escribiendo. Ya Garmendia había concluido tres o cuatro de las narraciones que integrarían su primer libro.

Al marcharse a Nueva York, Garmendia le envió a Semprum una copia de aquellos cuentos entre ellos El Alma. Semprum los leyó y escribió el prólogo que desde entonces acompaña las ediciones de La tienda de muñecos, terminado en 1922 y a la que se le atribuye ser la obra que inauguró el género fantástico en Venezuela.

El libro representa una transgresión en la corriente literaria predominante en el país, que aún se encontraba muy apegada a las formas y temáticas propias del criollismo y modernismo.

La narrativa de Garmendia logra romper con el realismo y criollismo de la época en la que le toca desarrollarse, creando su propio perfil bajo la atmósfera de la ficción, lo fantástico, lo imaginario en donde predomina lo ingenuo, el profundo amor a la naturaleza y también el humor.

La obra de Garmendia no fue extensa, ni tan periódica, por lo que ha sido más la calidad de la misma la que ha dado el puesto de honor al escritor.

Tras haber recorridos los países nórdicos, comienza a trabajar en lo que será su segundo libro, La tuna de oro, que no terminó hasta 1961.

En este texto, el tono narrativo es mucho más oscuro, ayudado por el ambiente de la posteridad que presencia en sus viajes por Europa y que incide en sus lineamientos estéticos. La obra también retrata todos aquellos lugares asociados a su juventud en Venezuela.

Para Semprum, la fantasía de Garmendia “denota poseer un íntimo orden lógico que le imprime a su producción, cierta unidad intrínseca, la consistencia de una obra engendrada en la perseverante cavilación, no fotuitamente concebida en intermitentes de fiebre literaria”.

El 9 de julio de 1977, en Caracas, murió Julio Garmendia de 79 años.