Artículos archivados en 7 noviembre 2010

  • Las Líneas de Chávez: «Que no nos descarrilen»

    I
    El martes 2 de noviembre le dimos la bienvenida al presidente Juan Manuel Santos en esta Caracas bolivariana. Fue un día marcado por el reencuentro fraterno entre Colombia y Venezuela; el reencuentro que había comenzado el pasado 10 de agosto en la Quinta San Pedro Alejandrino, allá en Santa Marta, con el objetivo supremo de reemprender el camino que nos señalara el Padre Libertador: el luminoso camino de la unidad entre dos Patrias indisolublemente hermanadas por tanta historia compartida.

    Luego de arribar el primer mandatario colombiano a Venezuela, nos dirigimos al Panteón Nacional para rendirle tributo a nuestro Libertador, a nuestro vivo y eterno punto de reunión que se llama Simón Bolívar. En Bolívar, en su hermoso y vigente legado nos encontramos colombianos y venezolanos: nos sentimos y nos sabemos un mismo pueblo.

    Cumplimos con una intensa y provechosa jornada de trabajo en la que pasamos revista, detenida y detalladamente, a los resultados que ya han alcanzado, con su tesonera y fecunda labor, las distintas comisiones de trabajo que se conformaron en la reunión presidencial de Santa Marta. No creo exagerar si digo que es una nueva dinámica de cooperación integral la que ya está en marcha en función del bienestar de ambos pueblos.

    Permítaseme esta necesaria digresión: cuánto debemos al gran compañero Néstor Kirchner el haber encontrado pronto el camino para superar los conflictos que amenazaban a nuestros pueblos. ¡Hagamos honor a su memoria!
    La jornada concluyó felizmente con la firma de cuatro grandes acuerdos que paso a enumerar: acta para el establecimiento de un Comité Binacional Económico-Productivo; acta para el establecimiento de una Comisión Interministerial colombo-venezolana en materia turística; acta de compromiso para la cooperación en la lucha contra el problema mundial de las drogas; acta de compromiso para la cooperación en la construcción de un puente en el sector Las Tienditas, estado Táchira, que unirá a nuestros países y que debemos estar inaugurando a principios de 2012.

    Este primer conjunto de acuerdos, quiero reiterarlo, conforma un primer piso, un primer piso para construir un poderoso sistema de relacionamiento basado en el respeto mutuo, en la confianza, en la buena fe, en los intereses compartidos.
    Quiero destacar que el presidente Santos y este servidor, luego de esta segunda cita, compartimos la más firme voluntad política en un sentido muy concreto: estamos resueltos a que nada ni nadie nos descarrile; estamos resueltos a que ninguna ventolera, ningún evento, ningún provocador, ningún agente extraño a nosotros mismos, vaya a descarrilarnos.

    Pero tendremos más pronto que tarde ocasión para ponernos a prueba, pues las operaciones de descarrilamientos ya están en marcha, desde aquí, desde allá y desde más allá.

    ¡Presidente Santos: Que no nos descarrilen!

    Hemos comenzado a enrumbar nuestras relaciones, hemos logrado pasar la página de otra manera, reconociendo nuestras diferencias y respetándolas, y abriendo nuevos horizontes. No en vano ambos presidentes tomamos la decisión de reunirnos trimestralmente. Todo lo que ya hemos alcanzado debemos cuidarlo con el mayor celo: no podemos dejarles flancos vulnerables a quienes pretenden que la discordia impere entre nosotros. Que no haya fuerza exógena alguna capaz de hacerle daño a nuestra convivencia fraterna, pacífica y productiva.

    Recordaba yo, al culminar la venturosa jornada del 2 de noviembre, unas conmovedoras palabras de nuestro Libertador, del año 1827, porque entrañan para nosotros un poderoso desafío y un no menos poderoso llamado al compromiso: «Pocos días me restan ya; más de dos tercios de mi vida han pasado; que se me permita, pues, esperar una muerte oscura en el hogar paterno. Mi espada y mi corazón siempre serán, sin embargo, de Colombia, y mis últimos suspiros serán por su felicidad».

    Tengamos presente que aquella Colombia a la que se refería Bolívar, abarcaba lo que hoy es Colombia y Venezuela, amén de Ecuador y Panamá. Somos, entonces, una sola Patria y, por eso mismo, debemos oír atentamente los últimos suspiros del grande hombre y actuar en consecuencia, haciendo su felicidad en el presente y en el porvenir.

    II

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