Artículos archivados en 13 agosto 2010

  • Los vientos de guerra no han amainado

    Ramón Rodríguez Chacín

    En las relaciones Colombia Venezuela se confrontan dos ópticas. Una es la doctrina Bolivariana, de naciones hermanas, de Patria Grande, de intereses comunes y complementarios, de integración social y política, de reducir nuestras asimetrías y desigualdades económicas para tener sociedades más justas y libres para que nuestras naciones puedan conformar un poderoso conjunto regional que tenga una fuerte voz y presencia en un mundo multipolar.

    Otra es la visión panamericanista, monroista, la de los yanquis, la de Santander y sus herederos, que es la de ver nuestra región como un mosaico de naciones separadas, rivales y competitivas entre sí, cumpliendo diferentes roles en la defensa del imperio, con hipótesis de guerra con sus vecinos y formando un mercado libre para satisfacer las necesidades de una potencia unipolar, la yanqui por supuesto, donde circulen libremente los grandes capitales privados, que las grandes corporaciones accedan libremente a las riquezas naturales, que tengan un ejército de mano de obra barata, de cerebros a los que explotar y masas alienadas a los que vender sus excedentes de producción.

    Ambas cosmovisiones pueden también caracterizarse, la una, la bolivariana, como una visión de paz, de armonía, de cooperación mutua y de solidaridad entre iguales, entre hermanos y vecinos, con un fuerte ideal antiimperialista y anticolonialista. En ella caben por igual gobiernos de distinto signo político y capacidad económica, pero deben unirlos los valores de justicia, de igualdad de antiimperialismo y anticolonialismo.

    La otra visión, la panamericanista, la monroista, la santanderista, es unipolar, la que significa sometimiento neocolonial e imperialista, guerra, rivalidad, exclusión, saqueo a nuestros pueblos para poder mantener el status de vida y dominación de la potencia yanqui y sus lacayos regionales. La paz de este modelo es una paz imperial.

    Esas son las dos visiones de mundo, una humanista y socialista y la otra capitalista y neoliberal, de las partes que dialogaron el martes 10 de agosto de 2010 en Santa Marta, Colombia.

    Es obvio que las banderas de la paz pertenecen a la revolución bolivariana y que el panamericanismo ha seguido enarbolando las banderas de la guerra para imponernos su “destino manifiesto” de potencia unipolar.

    En consecuencia, los vientos de guerra no se han disipado y aún soplan en nuestra región, pues el imperio yanqui necesita imponer la paz Americana, no sólo en Latinoamérica, sino en la totalidad del globo terráqueo, para mantener así el orden unipolar, con ellos en el centro. Para ello tratará de recuperar su economía, con guerra por supuesto, atraer al capitalismo a sus rivales y destruir a los que se opongan a sus designios de hegemonía mundial y de dominación regional.

    Las amenazas de guerra contra Irán y contra Corea del Norte no hacen amainar los vientos de guerra que soplan en esta región del norte de Suramérica, por lo contrario, los aumentan.