Fidel Ernesto Vásquez I.

6.Ago.2010 / 12:02 am

 

 

El 9 de octubre de 1939, Franklin Delano Roosevelt, presidente de EE.UU. autorizó la fabricación de una bomba atómica.

El programa se mantuvo en el más alto secreto bajo el nombre de “Proyecto Manhattan”. Miles de científicos e ingenieros, con un presupuesto superior a los 2.000 millones de dólares, se desplazaron a Nuevo México, Los Álamos. Durante más de dos años trabajaron, bajo la dirección científica del alemán Robert Oppenheimer, en dos proyectos de bomba atómica: una basada en el uranio y otra en el plutonio.

El 7 de diciembre de 1941 Japón bombardeó la base naval estadounidense de Pearl Harbor sin que medie declaración de guerra. Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial y el programa atómico adquirió la máxima prioridad. Gran Bretaña y Canadá se sumaron al programa.

El 12 de abril de 1945 muere F. D. Roosevelt, impulsor del “Proyecto Manhattan”, y le sucede en el cargo de presidente de los Estados Unidos el hasta entonces vicepresidente Harry S. Truman. En tres meses, Estados Unidos podría disponer de una bomba capaz por sí sola de destruir toda una ciudad. Él será quien tomará la última decisión.

El 7 de mayo de 1945 Alemania se rindió. En Europa la guerra había terminado, sólo quedaba abierto el frente del Pacífico.

El 6 de agosto de 1945 el bombardero norteamericano ENOLA GAY arrojó una bomba atómica sobre la ciudad japonesa de HIROSHIMA. Tres días después, el 9 de agosto, otro bombardero arrojo otra bomba atómica sobre la ciudad de NAGASAKY. En pocos segundos, ambas ciudades quedaron devastadas.
MURIERON MILES DE PERSONAS EN EL ACTO, logrando un genocidio instantáneo del cual Estados Unidos nunca se retractó. Se calcula que en estos primeros instantes, en Hiroshima, la bomba mató a más de 160.000 personas de una población de 450.000 habitantes, causando otros 70.000 heridos y destruyendo la ciudad casi en su totalidad.

En Nagasaki, se estima que 50.000 seres humanos fueron asesinados directamente por la explosión y 30.000 heridos, de una población de 195.000 habitantes.
A estas víctimas hay que sumar las causadas por los efectos de la radiación nuclear. De una población total afectada de 645.000 habitantes, el número de víctimas pudo sobrepasar las 400 mil o 500.000, de ellas unas 250.000 mortales.

El 9 de agosto, a las 11:02 de la mañana, el espectáculo de la aniquilación nuclear se repitió en Nagasaki, situada en una de las islas menores de Japón llamada Kyushu. El bombardero B-29, “Bock’s Car”, lanzó sobre esa ciudad industrial a fat boy, una bomba de plutonio, con la capacidad de liberar el doble de energía que la bomba de uranio.

En noviembre de 1944 habían comenzado los bombardeos sobre Japón. Durante varios meses, la 20ª Air Force, compuesta por 500 bombarderos B-29, descargó más de 4.000 toneladas de bombas sobre Japón.

A finales de febrero de 1945 las defensas aéreas japonesas habían sido prácticamente anuladas y los principales objetivos de interés militar, alcanzados.
El 10 de marzo de 1945 Tokio, la capital de Japón, es bombardeada. El bombardeo de Tokio marca el cambio de estrategia en los bombardeos sobre Japón. Inutilizados los principales complejos militares cambia la categoría del objetivo. El valor estratégico ya no se asigna a determinadas fábricas, puertos o nudos de comunicaciones; ahora serán ciudades y zonas más o menos extensas las que, determinando su valor estratégico, serán fijadas como objetivo. Tokio y otras muchas ciudades se consideraron de importante valor estratégico.
Los nuevos objetivos y la mínima respuesta de las defensas japonesas definieron las nuevas tácticas de las misiones. Los objetivos, menos concretos, requerían menor precisión; por lo que los bombardeos podían ser nocturnos. Y la escasa respuesta japonesa junto a la mayor seguridad de los vuelos nocturnos posibilitó que éstos fuesen a baja altura, ganando en efectividad.

El bombardeo de Tokio fue nocturno, a baja altura y los 334 bombarderos que recorrieron los 3000 km que separan las Islas Marianas de Tokio lo hicieron desprovistos de cañones y ametralladoras (fue desmontado todo el armamento excepto el de cola), 2 toneladas de armamento y munición fueron sustituidas por bombas, lo que posibilitó que la carga efectiva de cada bombardero pasara de 4 a 6 toneladas. También se sustituyó el tipo de bombas. Las bombas rompedoras (muy eficaces contra edificios de hormigón y de estructura reforzada) usadas hasta entonces, fueron sustituidas por bombas incendiarias de Napalm (inútiles contra edificios sólidos, pero de efectos más extensos y especialmente mortíferos y dolorosos con las personas).

Esa noche, 334 aviones B-29 cargados de Napalm, de los cuales dos llegaron con unos minutos de antelación que los restantes y bombardearon su objetivo marcando una gran X, tras lo cual los aviones restantes, en formación, ocuparon el cielo de Tokio en una extensión de 40 km² aproximadamente, dejando caer 8.250 bombas de 250 kilos que estallaban a 150 m de altura y proyectaban a su vez 50 bombas de 3 kg cargadas de napalm. La ciudad quedó convertida en una enorme antorcha entre la cual, las personas que no habían quedado abrasadas por el primer efecto del napalm, buscaban refugio contra las llamas que hicieron que en la zona atacada la temperatura alcanzase los 800ºC.

A la mañana siguiente, en las calles yacían los cuerpos de aquellos que habían muerto asfixiados cuando los incendios agotaron el oxígeno del aire, y en los puentes de los ríos los de aquellos que fueron arrollados por la avalancha humana que huía del fuego intentando encontrar refugio en los ríos. El agua de las acequias, albercas y piscinas se había evaporado y su fondo se encontraba cubierto por los cadáveres de los que se habían refugiado en ellas. Únicamente el cauce central de los ríos se demostró un refugio seguro, aquellos que buscaron los refugios contra los bombardeos convencionales perecieron asfixiados. Más de 200.000 personas murieron y 40.000 resultaron heridas de consideración. El 50% de la ciudad quedó destruida y el 20% de su industria inutilizada. La Air Force sufrió la baja de 14 bombarderos y la desaparición de ocho tripulaciones.

Durante los meses siguientes se continuaron los bombardeos sobre Japón con el resultado de casi un millón (1.000.000) de víctimas mortales. Varias ciudades de supuesto valor estratégico que fueron “reservadas” para el lanzamiento de la primera bomba atómica no fueron objeto de estos bombardeos (Hiroshima, Nagasaki, Kokura y Niigata entre otras).